La gigante china Huawei anunció ayer en Barcelona sus planes de aumentar la inversión en Inteligencia Artificial. Cualquier empresa que se dedique a la tecnología debería saber que ese es el único camino para garantizar un lugar en el mercado del futuro.

En diciembre pasado, analizamos en este espacio cuáles serán los hábitos y las tendencias del consumidor del 2030. El resultado fue claro: las personas querrán tener menos control sobre sus productos y servicios y dejarán que todo lo haga la tecnología, que invariablemente tendrán que controlar de manera sencilla, ya sea con su cerebro o sus sentidos.

Para que esto sea posible, se requerirán inversiones millonarias en proyectos y prototipos de Inteligencia Artificial, cuyo volumen de artículos y servicios creció hasta en 300% de 1998 a 2018, de acuerdo con el Artificial Intelligence Index Report 2019 de la Universidad de Stanford.

Es un hecho que, si los productos y servicios cambian, la forma de venderlos también lo hará. Lo que actualmente conocemos como “marketing digital” algún día será caduco: no será suficiente con segmentar públicos ni pautar publicidad interactiva. Lo que permitiría la inteligencia artificial en el marketing sería lo que todo mercadólogo sueña: maximizar la personalización en los procesos de compra de los clientes hasta llevarlos a una automatización sin precedentes. En pocas palabras: pensar por el cliente y comprar por el cliente.

Un estudio del IDC FutureScape 2020 estima que, dentro de dos años, el 75% de las empresas europeas incorpore la automatización inteligente en sus procesos. En el marketing, las herramientas que hace dos años eran tendencia global hoy pueden resultar obsoletas. Y si tomamos en cuenta que el 90% de los datos del mundo han sido generados en los últimos 4 años (según UN Global Pulse), es lógico que cualquiera que desee vender algo —lo que sea— tenga primero la necesidad de conocer esos datos, que finalmente almacenan los hábitos de consumo de la población global.  Meterse a ese Big Data, sin embargo, es una tarea sumamente complicada para el marketing digital como lo conocemos hoy día. La Inteligencia Artificial propone ir más allá.

Estamos de acuerdo en que la publicidad programática ya existe. Para quien no lo sepa, no es otra cosa que la compra automatizada de espacios en Internet. Es decir, no es una persona quien elige en qué página web quiere anunciar su producto, sino una computadora que ya está configurada para detectar los espacios en los que navegan los clientes de la marca.

Sin embargo, hay algo que la Inteligencia Artificial podría desarrollar a niveles impensables: el Real Time Bidding (RTB), un nuevo método del marketing que consiste en la compra de espacios publicitarios en tiempo real.  ¿Les ha pasado que salen del gimnasio y cuando consultan su celular ven que tienen anuncios de suplementos alimenticios y ropa deportiva? Eso, a grandes rasgos, es el RTB.

Ahora háganse la siguiente pregunta: ¿Se imaginan lo que podría ganar una marca si hubiese algoritmos que detectaran el pensamiento, que supieran cuando un cliente está ansioso, hambriento, aburrido o enojado? El RTB llegaría a niveles nunca antes vistos, a una especie de ciencia ficción donde la voluntad humana se hace añicos ante el mercado.

En la generación de contenido también ya hay “robots” que permiten escribir sin necesidad de un redactor, un copy o un reportero. Actualmente, hay herramientas como Wordsmith, Articoolo y Quill que generan contenidos a partir de una serie de algoritmos y datos. Medios de comunicación como Reuters, Bloomberg, Forbes o Associated Press ya utilizan esta tecnología para generar tráfico en sus portales digitales.

Cuando se logre una sinergia eficaz entre el Big Data, la Inteligencia Artificial y el Geomarketing, los resultados serán dignos de película de ciencia ficción. A las marcas, sin duda, les convendrá. Pero lo realmente interesante será el dilema ético al que se enfrentarán: ¿qué tanta influencia puedo y debo tener sobre mi cliente?