El miedo inicial del mundo económico al coronavirus se ha convertido en pavor y ha dado el salto definitivo a América Latina. Las principales Bolsas de la región acumulan ya cuatro jornadas consecutivas a la baja —cinco en el caso de Brasil— por el temor a que la epidemia golpee con fuerza tanto la economía real como los resultados empresariales. Las cifras son gruesas: el miércoles el parqué brasileño se dejó un 7% después de que se conociese el primer contagio en el país y en toda Latinoamérica, y sigue a la baja en la sesión de este jueves. El principal índice de la Bolsa mexicana vive, por su parte, la peor jornada de la semana y cae más de un 2% arrastrado por las cuantiosas pérdidas en Europa y en Estados Unidos.

El golpe, que empezó siendo únicamente asiático, ya es global: tres billones de valoración se han borrado del mapa en solo unas pocas sesiones en apenas una semana, con prácticamente todos los índices del mundo en rojo y con el sector de aerolíneas y turismo como gran damnificado. Salvo rebote de último minuto este viernes, Wall Street cerrará su peor semana desde 2008 y las Bolsas europeas se aproximan a su mayor batacazo desde 2011, en plena crisis de deuda y con los bancos del Viejo Continente en plena recapitalización. Aunque con un cierto decalaje, el golpe ha llegado a América Latina y lo ha hecho con fuerza, con una sensación generalizada de que la tormenta puede durar semanas.

Las monedas de referencia en la región también están encajando el revés de la epidemia originada en Wuhan (China). Justo cuando el panorama empezaba a despejarse con el principio de acuerdo comercial entre Estados Unidos y el gigante asiático, que rebajaba la tensión, el coronavirus ha aparecido como un enorme elemento distorsionador en el mercado de divisas. El real brasileño profundiza este jueves su caída hasta nuevos mínimos históricos, en el entorno de las 4,5 unidades por dólar; una situación similar a la que atraviesa el peso chileno, también en zona de mínimos históricos. Y, aunque partiendo de un nivel notablemente más cómodo, tanto el peso mexicano —la moneda más líquida del bloque emergente— como el peso colombiano también acumulan una semana larga a la baja.

Aún es pronto para tener una medida real de cuánto será el impacto macroeconómico. La semana que viene, cuando la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) actualice sus previsiones, se empezará a pisar terreno algo más firme en lo que a datos duros se refiere, con un primer termómetro de la situación. Los inversores, sin embargo, ya han tomado posiciones, anticipando un cortocircuito no menor en la sala de máquinas de una economía, la mundial, que ya venía renqueando en los últimos trimestres. Y la reacción ha sido la esperable en estos casos: una huida en estampida de los activos de riesgo (Bolsa y monedas emergentes, sobre todo), buscando refugio en los bonos (los estadounidenses están en mínimos, presionados a la baja por el drástico repunte de la incertidumbre), en el oro (que vuela en zona de máximos de un año, rozando los 1.700 dólares por onza) y en divisas como el yen y el dólar, a pesar de que muchos inversores empiezan a incorporar una próxima rebaja de tipos de interés de la Reserva Federal.

En el caso latinoamericano, los mercados incorporan, además de una peor perspectiva macroeconómica y de resultados empresariales, la caída en los precios de las principales materias primas: como exportadora neta de petróleo, cobre, hierro y soja, entre otros, la región acusa la pérdida de valor de estos productos básicos —de los que China, por mucho el país con el que más se ha cebado el virus, es el primer cliente—, que golpea su balanza comercial. El caso del cobre es paradigmático: la caída de los últimos días deja en una posición complicada al primer productor mundial, Chile, y a Perú, el país que le va a la zaga.